En el ámbito de la mediación familiar, la resiliencia emerge como un componente esencial para facilitar la transformación positiva de los conflictos. Este concepto, entendido como la capacidad de una persona o sistema familiar para adaptarse y recuperarse frente a situaciones adversas, se convierte en un recurso clave para afrontar las tensiones emocionales, relacionales y estructurales que suelen estar presentes en los procesos de mediación.