Mediadores: ¿capacidad, competencia o habilidad?

Sin preámbulos, vayamos directos al contenido del artículo.

Las definiciones normales de estos términos son las siguientes:

  • Competencia

Las competencias son aquellas características individuales (motivación, valores, rasgos, etc.) que le permiten a una persona determinada desempeñarse óptimamente en su puesto de trabajo.

  • Capacidad

Circunstancia o conjunto de condiciones, cualidades o aptitudes, especialmente intelectuales, que permiten el desarrollo de algo, el cumplimiento de una función, el desempeño de un cargo, etc.

  • Habilidad

Capacidad de una persona para hacer una cosa correctamente y con facilidad.

Pero estas definiciones se quedan cortas, ¿verdad? Intentemos reflexionar un poco más.

Lo primero deberíamos aclarar la diferencia entre capacidades con respecto a las competencias y habilidades. Esta diferencia hace referencia a si alguien es capaz o incapaz de llevar a cabo una tarea o labor. Lo siguiente debe quedar claro para entenderlo, por lo menos lo intentaré.

Si una persona es capaz de realizar algo es que tiene la competencia o habilidad. Si todavía no es capaz de realizar esa labor, pero sí tiene el potencial para aprenderla a hacer, se trata de capacidad.

También, debemos distinguir entre competencias y habilidades.

Una habilidad es cuando una persona es capaz de realizar una tarea, mientras que competencia es cuando esa tarea se realiza con experiencia y conocimiento. Así, esta diferencia hace referencia al rango, es decir, a cómo de bien se realiza una determinada tarea. Los mediadores, ¿somos competentes o tenemos habilidades?

He querido poner las bases y las diferencias principales entre los tres conceptos, pero, a continuación, intentaré llevar estas distinciones al plano práctico dentro de la mediación.

Capacidad vs. Competencia

Como decíamos anteriormente, si alguien es capaz de llevar una tarea a cabo, estamos hablando de competencia o habilidad y, si no es capaz, estamos hablando únicamente de capacidad.

A la hora de tratar el término de capacidad en el ámbito de la mediación, hay que tener en cuenta que el hecho de que todo el mundo tenga cierta capacidad para aprender y desarrollarse no significa que todos y cada uno de los mediadores tengan capacidades para todo y ser mediadores para todo; porque no todas las mediaciones son iguales, no somos mediadores especialistas.

Todas las personas nos distinguimos por algún tipo de destreza innata. ¿Cuál es la tuya? No obstante, no todas poseemos la misma capacidad para las mismas actividades. Por ello, existe la diversificación y variedad en las mediaciones y en las técnicas. No todos los mediadores somos iguales.

Para diferenciar capacidad y competencia en el mundo de la mediación hay que tener en cuenta lo siguiente: las capacidades no son absolutas. Veamos un ejemplo, un mediador familiar tiene la capacidad de percibir los sentimientos y emociones de las partes, pero un mediador mercantil o negociador puede que no las tengan. O un mediador educativo desconoce totalmente la vida de un centro escolar, nunca ha tenido una tiza en la mano o se a puesto delante de grupos de adolescentes, durante un curso escolar, no en unas horas de formación…

Habilidades vs. Competencias

Como he comentado, la distinción entre habilidad y competencia es mucho más sutil que la que existe entre capacidad y competencia. Las diferencias entre competencias y habilidades se sustentan en cómo se realizaría esa tarea. Si un mediador realiza la mediación considerando y teniendo en cuenta la importancia del objetivo final, tratando de mejorar y buscando un desempeño óptimo, es que estamos hablando de competencia. Si un mediador simplemente se dedica a la realización de la tarea, hablamos de habilidad.

      La competencia hace a una persona competente, pero la habilidad no.

En definitiva, las habilidades fundamentales que toda persona mediadora debe tener para ser competente son:

ESCUCHA ACTIVA

La más famosa y a la que damos más importancia de todas. Escuchar activamente es concentrarse en la comunicación, en quién habla y qué dice, y transmitir lo escuchado y percibido para demostrar que se ha entendido.

Es importante rescatar la información implícita que hay en los discursos de las personas, sin quedarse únicamente en lo explícito.

EMPATÍA

Para mi entender, la más difícil de conseguir. No la confundamos con simpatía. Ayuda a las personas que sintonicen emocionalmente y comprendan lo que la otra persona siente, y no se queden únicamente en “que entienden a la otra persona, pero…”.

El mediador si la aplica bien, y consigue resultados, comprobará que es una de las herramientas más importantes que puede usar, sentirá la capacidad del profesional de crear sintonía entre las personas que van a comunicarse, estar en la misma frecuencia para establecer un clima de confianza y cooperación mutua mediante una escucha activa que permita coordinar a las partes y evitar malentendidos para mantener una buena comunicación.

ASERTIVIDAD

Permite expresar sentimientos, deseos, pensamientos u opiniones, positivos o negativos, en el momento oportuno, de forma eficaz y sin negar ni menospreciar los derechos de los y las demás.

También permite (sobre todo a la persona mediadora) ir captando, gracias a la observación, los pequeños gestos (lenguaje no verbal) que delatan el comportamiento de la otra persona y adaptar a esta la forma de actuar propia.

Se trata, en conclusión, y a mi entender, de tres herramientas fundamentales que pueden determinar el éxito o fracaso de una mediación. Y tú ¿posees las habilidades necesarias para ejercer de mediador?

Además, no debemos olvidarnos de la calidad en las mediaciones y en los mediadores.

Fue uno de los factores más reclamados para lograr la implantación de la mediación en España y se pedía que los mediadores aportáramos la calidad suficiente en los procesos de mediación.

Mi pregunta es: ¿qué es calidad? ¿cómo medirla?

Un medio habitual de medir la calidad consiste en acreditar cursos u horas de formación debidamente certificadas ¿Es suficiente? ¿Nos hace más competentes?

No podemos obviar que el éxito profesional no solo depende de la formación recibida (y frecuentemente no consolidada y muy teórica), sino que existen otros parámetros, tanto o más importantes. Y que la formación en muchos cursos, talleres, jornadas… dejan mucho que desear.

Centrémonos en la competencia profesional, como el conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para poder desarrollar dignamente cualquier profesión (no olvidemos que la mediación es una actividad profesional), en nuestro caso, y poder ofrecer un servicio a la altura de lo que las partes esperan de la mediación.

Tenemos al currículum y conocimientos, pero son precisamente las habilidades y actitudes, las que permiten ofrecer un servicio de calidad a los mediados.

Mientras que los conocimientos se adquieren en base a la formación, las habilidades y actitudes lo hacen en base a la experiencia y práctica de la mediación.

Un posible esquema de trabajo consistiría en tres fases:

  1. Determinar las competencias necesarias para el correcto ejercicio de la profesión y sus niveles.
  2. Evaluar el grado de adecuación propio a cada una de estas competencias.
  3. Establecer un plan de acción de desarrollo personal que nos permita mejorar aquellos aspectos que nos faltan conseguir entre la idea del mediador “ideal” y como soy yo actualmente como profesional de la mediación.

Podríamos seguir, y deberíamos hacerlo en otros artículos, reflexionando y desarrollando los 3 pasos indicados anteriormente, pero el objetivo de este post es pensar en si somos competentes, tenemos habilidades o capacidades.

Que cada uno haga una introspección y valores sus debilidades, amenazas, fortalezas u oportunidades (DAFO).

GRACIAS

José A. Veiga

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