El error de utilizar a los hijos para agredir a la otra parte.

Se habla mucho de la importancia de la mediación para resolver controversias, pero los primeros que deben tener una actitud conciliadora son los protagonistas, que tienen que dar ejemplo en primera persona y no echar más leña al fuego. La fatalidad es que en muchos casos ninguno parece mostrar una actitud pacificadora.

En la ruptura, una pareja ha pasado un poco de todo, pero con independencia de los argumentos que se postulen a favor y en contra de cada uno de ellos, es claro que ambos han arremetido contra el otro.

En estas situaciones no hay buenos, ni malos, ni vencedores, ni perdedores. Todos están del mismo lado, del de los perjudicados en un mal divorcio. Ambos pueden perder las formas y tratar al otro de manera despectiva.

Es un error perder el respeto y las formas.

La agresión sentimental que se dirige hacia donde se considera que “más duele”, es un fracaso familiar. El hecho de que nuestra expareja tenga un compartimiento inadecuado no justifica que nosotros también lo tengamos.

El fin no justifica los medios, y criticar a la otra parte, desde luego que no es un buen ejemplo, pues materializa sus resentimientos en prejuicios.

Lo que no es razonable es que los hijos hayan de presenciar desde la infancia enfrentamientos mediáticos entre los progenitores en los que son utilizados como justificación para sus mutuos reproches.

Las parejas un buen día deciden casarse, algunas a los pocos o muchos años se separan y de la relación nacen hijos. Por responsabilidad, ambos progenitores deberían guardar las formas y mantener el respeto debido al otro.

Pueden tener las dos partes razón en sus afirmaciones, pues cada uno siempre tiene su propia visión y versión de lo ocurrido, pero no es justo para los hijos que se aireen públicamente sus problemas familiares. Problemas familiares de los que ambos progenitores son responsables.

Seguramente la relación ha sido injusta tanto para uno como para el otro, pero presenciar ataques recíprocos en el contexto de una relación familiar con hijos es un despropósito. Uno de los grandes errores que cometen las dos partes, es que ambos han participado en el desprestigio y descrédito familiar del otro y, evidentemente, esto ha distorsionado la relación con los hijos comunes

Hay muchas formas de decir las cosas y cuando tenemos hijos comunes debemos de tratar de utilizar la menos hiriente, pues es innecesario sacar de la intimidad los defectos familiares para dejar constancia de la mala actuación o comportamiento de la otra parte.

En las dos partes se puede observar una versión «buenista» de sí mismos, es curioso cuando cada uno relata su versión como consideran que el otro es el “culpable” o responsable de la situación. Y es preocupante que ambos muestren una visión tan diferente de la misma realidad, es como si cada uno de ellos formara parte de familias diferentes pues el relato de cada uno de ellos es tan distinto que no es que sean contradictorios, es que son incompatibles, da la sensación de que hayan vivido vidas diferentes.

Como en la mayoría de los aspectos de la vida, nada suele ser totalmente blanco ni totalmente negro, más bien cada uno relata sus vivencias familiares desde su punto de vista, que por tendencia natural suele coincidir con el que es más favorecedor para uno mismo.  No es que se quiera distorsionar conscientemente la realidad, puede ocurrir perfectamente que cada uno la perciba e intérprete de manera diferente.

En muchos casos está ocurriendo todo lo contrario, sus entornos personales vierten decenas de opiniones que en mayor o menor medida pueden tener repercusión y dificultarán más el entendimiento familiar. Y es que reabrir un problema familiar del pasado no ayuda a superar las dificultades del presente. Por ello, el punto de partida debería ser buscar el acercamiento de hijos y padres, y luchar por tener un futuro cada una de las partes.

En muchos casos, la relación familiar parece que se les va de las manos, ambas partes siguen criticando con rabia al otro y así no es posible un acercamiento.

Si han existido delitos deben perseguirse con la máxima contundencia, pero la vida sigue y ambas partes deben luchar por rehacer sus vidas.  Ahora deberían siempre tender la mano al otro en beneficio de sus hijos para que puedan relacionarse de manera libre y positiva con ambos progenitores. 

Sin embargo, en muchos casos ninguno parece tener predisposición a tender la mano al otro creyendo que se trata de un acto de debilidad, cuando realmente es un verdadero acto de generosidad.

Un mediador debería intentar recomendarles a ambas partes que dejen a un lado sus diferencias de pareja del presente y sobre todo del pasado, y se centren en respetar a sus hijos en la actualidad, condicionando positivamente su relación con el otro progenitor y absteniéndose de alimentar la discordia. Que intenten construir un futuro para sus hijos lo más equilibrado posible.

Una mediación supone la conciliación de dos personas que tienen intención de acercar sus posturas, que tienen voluntad real de entendimiento. Si esta premisa no se cumple, lo más normal es que no se llegue a ningún acuerdo o que, de conseguirlo, sea en parte impuesto e injusto.

El error de muchas parejas es alimentar el trato despectivo al otro progenitor. En un divorcio traumático con hijos se debe mantener el respeto al otro progenitor, con independencia de que no sea inicialmente algo recíproco, poner límites y no permitir ningún tipo de agresión sentimental. 

Tratar de mejorar en la medida de lo posible la vida de nuestros hijos, que no pueden convertirse en las víctimas de las discordias de los padres, ni mucho menos en la herramienta y justificación de ataques mutuos.

Un saludo

José Antonio Veiga

2 comentarios en “El error de utilizar a los hijos para agredir a la otra parte.

  1. Extraordinaria reflexión, un pequeño paso de padres un gran paso para los hijos, ojalá muchas familias se encuentren con esta reflexión por el camino. Gracias.

  2. Cuando un progenitor no se hace cargo de sus hijos, no cubre sus necesidades afectivas y económicas no hace falta hablar mal de nadie. Cuando es uno de los padres quien se hace cargo de los hijos y el otro se desentiende, no hay necesidad de decir nada en su contra. Los hechos hablan por sí solos. Y los hijos crecen y se forman sus propios criterios sobre el progenitor que los abandonó. Se dan cuenta de que utilizó como excusa la mala relación con el otro progenitor para cómodamente justificar el abandono de los hijos y mantener su conciencia a salvo. Es muy difícil cuando una de las partes no asume su responsabilidad en el fracaso de la pareja y sólo culpa, hiere y manipula la situación a su favor… y los hijos, cuando crecen, se dan cuenta de todo ello. No hace falta ponerlos en contra de nadie. La mediación y el respeto en un conflicto sólo es posible si ambos adultos son suficientemente maduros para asumir que en una relación el fallo es de los dos, la responsabilidad es de los dos y los hijos son de los dos.

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