“Nuestra vida es una noria de emociones, podemos sentir la euforia en lo más alto de ella, creyéndonos capaces de comernos el mundo y en cuestión de un instante, caer, sintiéndonos abatidos y desanimados”.
Hola de nuevo.
Hacia muchos meses que no escribía, prometí que cuando me sintiera con fuerzas lo haría, y aquí estoy.
Después de una semana de frío y agua en Valladolid (España), sigue sin salir el Sol y en este ambiente me viene bien escribir sobre un tema que se da en las sesiones de mediación, en la vida norma y en nuestro día a día: los altibajos emocionales (noria de emociones).
Cuántas veces me habré escuchado decir: “Hoy me como el mundo». Y cuantos he pensado: «Uff hoy estoy mal mal, muy mal». Y es que así son nuestros días, una noria de emociones.
Y, ¿Qué me hacía estar arriba de esta noria, sintiéndome eufórico, alegre, capaz de todo y de repente caer y hundirme en la tristeza, el desánimo y el desconsuelo? La respuesta es una palabra: ¿insatisfacción o inseguridad?.
En mediación muchas veces se valora tomar decisiones trascendentales, e incluso ser valientes y «ponerse el mundo por montera» o en vez de «tirarme a la piscina», como solemos decir, me quedo al borde lamentándome por qué no lo habré hecho y ver como pierdes o se aleja aquello que deseas. O decidimos hacer lo correcto aún sabiendo que no es lo que deseamos hacer, pero es lo que se espera que hagamos.
¿En qué parte del recorrido de la noria debo pararme ? ¿Se tiene que parar esa noria? Preguntas con múltiples respuestas, lo importante es que cada uno sea el dueño y dominador de las emociones. Ni estar arriba de la noria, donde las vistas son idílicas, ni quedarnos únicamente abajo, donde solo vemos hierros.
La noria debe moverse, nunca pararse, el ritmo ya lo marcamos nosotros, pero no la debemos dejar parar, porque si se detiene, puede que la cueste volver arrancar. Lo fundamental es conocer el motivo qué ha originado esos ritmos de cambios emocionales, saber controlarlos, y tener la cabeza fría para tomar decisiones.
Analizar y poner en una balanza, los pros y los contras, y luego decidir aquellos que más nos convenga, luchar por nuestra propia felicidad. Lo correcto no siempre es lo justo.
Aunque muchas veces no somos conscientes del motivo que nos desajusta emocionalmente, simplemente, nos dejamos llevar. ¿Tengo un día malo? ¡Lloro, grito, me enfado! ¿Tengo un día bueno? ¡Canto, bailo, mi canción favorita me hace vibrar!
En cuantas sesiones de mediación, vemos a las partes que su noria de emociones, gira y gira, y no sabemos donde se va a detener. Porque pueden estar abajo y empezar a subir y de repente se paran la la mitad, o estar arriba y notar como desciende y se para en esa otra mitad. Lo importante es saber de donde venimos y a donde vamos. Pero sobre todo las emociones deben salir, no quedarse guardadas, se pare la noria o siga en movimiento.
A veces una simple palabra del mediador, o una pregunta, o un gesto, hace que esa noria se ponga de nuevo en marcha.
Los momentos en que por algún motivo en concreto se sientan tristes o desanimados, hay que intentar que silencien la mente, dejar que el momento pase, recordemos el equilibrio de las partes en la mediación, o que no se sientan catastróficos.
Esos momento también son necesarios para detenerse, descansar, recuperar aire y al momento o siguiente sesión, levantarnos más valientes todavía. Sería motivo suficiente para acabar una sesión, no hay equilibrio emocional entre las partes y la que este más arriba en la noria de las emociones puede aprovecharse de la otra.
La importante es que ellos sepan por qué se sienten así, conocer los motivos: un miedo, una duda, un futuro incierto, una desconfianza, etc.
Todos vivimos y gestionamos de forma diferente nuestros sentimientos y emociones, pero la forma en cómo lo hacemos es la que determina nuestro malestar o bienestar. Sin dudarlo deben intentar elegir la parte positiva para afrontar la vida no solo con optimismo y positivismo, sino con equilibrio, porque el control de las emociones permite transformar el miedo, insatisfacción, ansiedad, desilusión y angustia en aceptación, aprendizaje, actitud, iniciativa y vitalidad.
Y ahora me pregunto: «¿En qué parte del recorrido de la noria estoy?». O suena en mi cabeza: «Puñetera noria de emociones, a ver si para.»
Un saludo
José A. Veiga