En el mes de diciembre en una jornada de mediación en Jerez, escuché por primera vez esa frase del título, se la dirigía una mediadora a otra, y yo pensé que nuestra labor era como la de una costurera.
Me quedé con la frase porque me pareció muy adecuada a nuestra profesión. Todos los mediadores tenemos algo de costureros. Si me permiten Mar y Elena me gustaría reflexionar sobre ella.
Llegan a nosotros las partes con los corazones rotos o mal remendados, con esas heridas abiertas por el dolor, el sufrimiento, la necesidad de que les ayudemos a remendar la herida y esa labor de costurero la deben hacer ellos, que quieren y necesitan acabar con el dolor de un corazón roto, y para ello necesitan que alguien les vaya dirigiendo en ese proceso de costura, que les ayuden a buscar la mejor manera de dar ellos las puntadas, que les indique por donde pueden pasar la aguja con el hilo para que hagan que el zurcido quede casi perfecto, por lo menos que sus conflictos no vayan en aumento, nunca será perfecto.
Son ellos los que deben enhebrar la aguja y pasar el hilo por ese agujero pequeño que hace que tengamos que fijarnos con todo el interés para que una vez que haya pasado sea suficiente para ir cerrando la herida de ese corazón roto y marcado por múltiples cicatrices de la vida.
Y como buenos costureros les enseñamos a como ellos mismos deben ser quienes den las puntadas y vayan cerrando despacio pero firmemente esas heridas que les están originando un bloqueo personal que no avancen.
Veremos personas que desean cerrar rápidamente esas heridas, que necesitan terminar cuanto antes, que cosen deprisa, pero claro eso puede cerrarse en falso, esa actitud puede que el cosido se pueda romper en cualquier momento y hacerse más grande, porque no ha sido bien zurcido, no tengamos prisa de cerrar la labor de costureros.
Si analizamos como nos llegan las personas a los despachos, comprobamos que hay de todo, pero fundamentalmente vienen cargados de emociones encontradas, de dolor, sufrimiento, rencor, con ganas de obtener respuestas, con la necesidad de preguntar a la otra parte muchas cosas que la incomunicación no ha dejado hacer.
Solo ellos conocen su verdadera historia, entre ellos las percepciones de los hechos son tan diferentes, salen pronto las dos caras del conflicto, y las dos intentarán que les comprendas y entiendas que «su versión» es la verdadera. Repiten esa palabra que suena tan fuerte: » eso es mentira…»
En la mediación deben salir todos los reproches, aquellos que les hacen más daño, deben vaciarse de emociones tóxicas y una vez hecho esto empezar a reconstruir su vida por separado haciendo cada uno su traje a la medida. Nosotros les enseñamos cómo hacer patrones, como hilvanar, cortar,…pero son ellos quienes deben coger las agujas y empezar a construir su traje de la nueva vida que desean.
Hay veces que no es el corazón el que hay que coser, porque pueden existir otras razones no controladas por el corazón las que han desencadenado esta ruptura. Hay situaciones, historias, actos que te llegan y no,puedes modificar, solo debes asumir y una vez asumidos intentar controlarlo y llegar al mejor final posible.
Que ellos quieren poner piezas diferentes, con tonos que no pegan visualmente,… A nosotros como mediadores que más nos da… Si es su traje, no el nuestro… Eso nunca lo olvidéis.
La mediación: ¿es utopía?. No, es una realidad, ha venido para quedarse, muy a pesar de algunos, así que asumamos cuanto antes que debemos apostar por ella. Siéntete costurero de corazones rotos. ADELANTE.
Gracias.
José Antonio Veiga