Habéis oído alguna vez «soy domador de peces». A qué suena raro y difícil de conseguir, pero nadie ha escrito que sea imposible, mientras no lo sea debemos seguir intentándolo. En mediación a veces me siento domador de peces, porque no hay manera que lleven unas normas, que se centren, que hablen de un tema sin sacar otros tres adyacentes al que están tratando, y el «domador» se mantiene impasible con su mejor sonrisa y con su buen hacer.
Al principio lo ve todo muy «negro», las partes parece que se van, que no se centraron, que no avanzan, incluso quieren abandonar el proceso porque no creen que les vaya ayudar. Pero el domador sigue sin descanso intentando que las partes, que se mueven rápida y continuamente como peces sigan sus propios ritmos y sus direcciones.
Pero poco a poco las partes se van acostumbrando al «domador» de peces y van adquiriendo confianza en él y en su buen hacer. Van controlando sus impulsos, sin reacciones, y sin darse cuenta van cumpliendo las normas que marca el «domador», y van reconduciéndose hacia el mismo objetivo, que es «intentar resolver su conflicto».
El domador se crece porque va viendo que los «peces» ahora sí le hacen caso, cumplen las normas y se van sintiendo cómodos todos en el proceso.
Hasta que llega un momento que el domador es el dueño del ambiente de los peces, algo que parecía imposible de conseguir, que era domar a unos peces, el domador con sus técnica, estrategias y habilidades ha conseguido que por unos momentos todos estén pendientes de sus «órdenes» y su control de la situación.
Claro que hay domadores que les cuesta más y peces más rebeldes, pero que ningún domador tire su aro ni su varita y que sean los peces quienes desistan de recibir órdenes, y decidan ellos irse , no que el domador, cansado les eche de sus proceso.
Las partes deben decidir si se quedan y avanzan, o si se van como han venido o peor. El mediador nunca debe sentirse frustrado porque el controla el proceso y no hace milagros. Las partes no pueden estar maduras para seguir o no quieren seguir porque traen o tienen segundas intenciones, que al mediador se le escapan.
Domar peces es difícil pero no imposible. Mediar es difícil pero no imposible.
Si fuera fácil todo el mundo valdría, mediadores todos hemos sido en nuestras vidas, pero con la diferencia que cuando hacíamos esas mediaciones aconsejábamos, porque nos llamaban para dar la razón a uno u otro, para ganarnos de una parte o de otra.
Pero ahora ser mediador es otra cosa, lleva implícito tener carácter mediador, saber controlas nuestras emociones y reconducir el proceso y sacar sus emociones.
«Hay mediadores que doman, que hacen bailar a los peces, que hacen que esos peces sean capaces de bailar piezas extraordinarias, que la barracuda y el pez volador naden juntos, yo creo que esos mediadores son extraordinarios porque son personas extraordinarias y eso es un don.»
¡¡¡ Gracias Mar por tu idea !!!
José A. Veiga