¿Quién no ha vivido en una sesión de mediación un segundo en silencio que parece una hora? Ese silencio que tanto nos asusta porque no controlamos, porque da tiempo a que por nuestra cabeza empiecen a pasar ciento de pensamientos, ideas rápidas sobre el proceso, y analizando el lenguaje no verbal de las partes y como no resonando las últimas palabras que se hayan pronunciado en el proceso, para reformularlas….
Debemos intentar vivir esos silencios como algo necesario, casi obligatorios, en un proceso de mediación, porque tanto las partes como el mediador debemos saber usar los mismos.
Pero a nosotros lo que las partes puedan pensar en esos silencios no nos va a interesar ahora, porque seguro que nos equivocamos, ya que cada caso de mediación es diferente, es único y lo que nos faltaba era meternos a especialistas de interpretación de los silencios, aunque en muchos casos lo vemos claro.
Yo quiero reflexionar sobre los silencios del mediador, como creo yo, desde mi experiencia, se pueden y deben analizar y aprovechar esos silencios.
Partamos de que los silencios no son lo mismo dependiendo de la fase en la que nos encontremos, y pongamos como premisa que nuestro silencio viene posterior a un silencio de las partes.
Las partes guardan silencio, y nosotros podemos pensar: momento para respirar en el conflicto, para cargar las pilas… Donde a la velocidad de la luz casi, debo organizar el proceso, debo fijarme si el origen de ese silencio ha sido debido a una frase, un gesto, una interpretación, una pregunta, y en qué lado del conflicto se encuentra ahora la pelota…
Ese silencio me debe ayudar a pensar la reformulación que voy a hacer como voy a romper el silencio, si debo romperle, o simplemente esperar a que sean las partes quienes rompan el mismo. No es lo mismo un silencio en un cuéntame parte psicosocial, que generando opciones pura negociación.
Si lo rompo yo, reformular, felicitar, empatizar o preguntar si algo ha ocurrido…. Me tiene que seguir para avanzar en el proceso, no debe bloquearme en ese momento y perder esos segundos en evaluarme, si lo estoy haciendo bien, en sentirme culpable por algo, en bloquearme con pensamientos negativos sobre como llevo el proceso…
El silencio del mediador debe ir acompañado de lenguaje no verbal, mirando a las dos partes, observando sus reacciones, interpretando como analizan esos segundos mudos.
Y si el silencio lo fuerza el mediador, porque las partes están muy alteradas y el mediador con sus gestos y su silencio les hace ver que así no podemos ni debemos seguir… Claro que lo más efectivo es levantar la voz y hacerles ver con palabras que así no podemos continuar.
Pero nunca debemos olvidar que los mediadores debemos ser los directores del proceso, pero a su vez pasar muy desapercibidos en el propio proceso, que ellos se sientan los importantes. No debemos soltar toda la teoría que hemos aprendido en los cursos de formación, porque llegamos aburrir.
Pensar si alguna vez cambiamos los papeles y fuéramos parte en un proceso de mediación, como nos gustaría que fuera el mediador… Y las características que le pediríamos, apliquémoslas en nosotros.
Y terminado con el silencio… Permitirme una pregunta: ¿os asusta el silencio en la sesión de mediación? Pensadlo y no se lo digáis a nadie, aplicadlo …
GRACIAS
Jose A. Veiga